Gárgolas insomnes

Junio 25 de 2011

De conciertos con ciertos sabotajes

(Un camino escarpado y dos caídas)

Incomunicado por Cablevisión, entré al internet público menos ruidoso de la zona gay a buscar de nuevo el mecanismo para enviar un mensaje a los miles de invitados al frustrado concierto contra la guerra en México, y no hallé más que la opción definitiva: "Cancelar". Un clic allí me dio la última oportunidad de escribirles a todos y lo hice; más bien envié por segunda o tercera ocasión el mensaje que alguien o algo había interferido en la noche, ahora con una disculpa adicional por el accidente y una promesa de no dejarlo impune si resulta sabotaje; hasta que lo envié por esa vía, supe que así anulaba el camino de regreso; hice clic hacia atrás y apareció un aviso de que el "evento" ya no existía, estaba "cancelado". Esta es la menor de las pérdidas, pensó mi otro yo, pero yo no, pues unas voces adolescentes hablaban a la vez: "¡Escribe concierto maratónico!"

-¡Te dije que lo habían cancelado!

-A ver contra la guerra en México.

-¡Frente a la embajada gringa!

-¡Ya no hay ni madres!

Eran dos chavos y dos chavas moren@s y de clase baja, o sea, pobres, jodid@s, "populares". Me levanté y acerqué a ell@s. "El concierto se canceló", dije con pretendida, pero inútil discreción. "Eso pensamos porque venimos de allá y no hay nada", comentó una de las chavas. "Se canceló porque los técnicos nos quedaron mal, uno tras otro, todos, como consigna".

-¿Y ahora para cuándo?

-No sabemos, pero pronto, se anunciará.

-¡Bueno, pues ya qué!

Regresé al asiento y revisé mi correo electrónico; había un mensaje de Salario Mínimo, diciéndome que tenían el contacto buscado con indescriptible desesperación por Gabriel Sanvicente y yo hasta las once de la noche; a esa hora debía devolver el teléfono celular, que sirvió para regalar 300 pesos más al dueño de México, el señor Delgado, a quien sirve también Cablevisión cuando suspende sin razón alguna el servicio por el que pago, y vaya que pago bastante caro, en este caso, la suspensión, pues anoche esperé hasta las dos de la mañana para enviar de nuevo el aviso y desperté a las cinco para intentarlo de nuevo y luego a las ocho, y salí corriendo a las nueve, pero todos los puestos de internet público, cerrados por ser sábado. En un changarro pinchurriento de fotocopiado, casi escondido al final de un pasillo, el encargado me dio chance de subir el aviso, pero al parecer no es posible desde cualquier computadora, y el intento me costó media hora más. Bajo presión hay estrés. De allí, corriendo a la embajada gringa; para sortear la marcha gay, hasta el metro Sevilla y luego un taxi; llegué 18 minutos tarde al encuentro con la soledad en consecuencia.

Nunca vi a la entusiasta juventud de pueblo que pagó diez pesos por buscar noticias del concierto en el preciso instante que yo lo "cancelaba". El carnaval homosexual era tan multitudinario que aplastaba cualquier otra presencia. Una señora mayor, que no ocultaba el desconcierto, pero lo negaba, comentó que la policía estaba mejor enterada que nosotros de la suspensión y por eso no había más que la de siempre. "La policía sabe todo, está en todas partes", dijo.

-Claro, claro, ¡es Dios y tiene el don de la ubicuidad! Si la policía sabe todo, eso explica por qué no sirve para nada.

Antes me iba mejor; llegaba precisamente la guardia del orden, a saber por qué siempre mujeres; cuanto más viejas y feas, más timoratas; cuanto más jóvenes y guapas, más atrevidas. "Policía bilingüe, para servirte", dijo una muchacha, como si me confundiera con quién sabe qué celebridad, pues la frase acompañaba una caravana, un guiño incitante y el pretexto de algo en el pecho para enseñármelo. Con las excepciones masculinas, tenía desencuentros sin excepción: ¿Tiene permiso para hacer un concierto aquí? Sí. ¿Dónde está? En la Constitución. Otra: ¿Quién organiza este concierto? La sociedad civil. ¿Así se llama la organización? Sí. Lo vergonzoso es que una vez este intercambio verbal se reprodujo textualmente entre la directora en turno de CENCOS y yo. En otra ocasión llegó un agente con arete y pistola muy ostentosa. ¿De qué organización es este concierto? Es de la sociedad civil. ¿Así se llama la organización? No. El homínido me miró, como diciendo: Con un tehuacanazo dirás lo que yo quiera. Y se comunicó por radio: "Reporta el sujeto que es de la sociedad civil". Y una voz contestó: "Es el Café de la Red. Ya jálate p'acá". Los gringos llaman a eso inteligencia y se lo han enseñado a todas las policías del mundo. La policía del pensamiento que inventó Orwell es una contradicción, pues policía y pensamiento se excluyen; asociar estas dos nociones es tanto como decir inteligencia militar…

Quizá un concierto no detiene la guerra, pero al menos acaba con la costumbre de pedir permiso para ejercer nuestros derechos; eso logramos en 2003. Este año, en cambio, no he logrado más que envejecer y empequeñecer físicamente, y posponer por tiempo indefinido la solución a mis problemas personales, que no son pocos ni pequeños, como tampoco han sido pocos ni pequeños los sabotajes. ¿Por cuál empezar para denunciarlos todos, pues todos favorecen la militarización que nos receta la dictadura mundial del capital vampiro? Todos propician la sanguinaria barbarie que padecemos por imposición criminal de los gringos y pasividad exasperante de los mexicanos. Desde la buenaintención o buenavoluntad (que debería ser punible) o la imbecilidad extrema que suele hacerse una con la deshonestidad absoluta o la demencia que se ampara en la demencia para difamar impunemente y manchar con su mierda el honor de otros o dar al traste con sus iniciativas cuando son audaces, temerarias, valientes, de ingenio inspirado en la genialidad a la que aspira, las grillas infrahumanas pueden más que los esfuerzos literalmente suprahumanos, pues ellas siembran miedo y mediocridad en terrenos fértiles por mayoritarios, masivos, y ellos, en cambio, se automarginan de la masa, la plaga que infesta el mundo, son solitarios, quijotescos… las moscas pueden más que los sueños; la gente infinitesimal se deslinda o desmarca por creer que el infinito atiende sus ínfimas acciones y omisiones, lo que hace o deja de hacer, y jode, siempre jode, qué bien jode, no hace más que joder a cuanto sea superior; los seres de gran pequeñez requieren de un Gran Hermano, panóptico sin límites que rebasen la paranoia, un ente ubicuo y omnímodo como Dios, que nomás habita en las mentes débiles para que su pretendido protagonismo, estimulado por el delirio de persecución, denuncie que la policía es policía y tiene radio, y además un azul me vio feo, me intimidó, hay que difundirlo en la red… ¡ay, mana, tú las traes!

No es un mal de la izquierda, como insisten en creer los microcéfalos que reducen todo para que les quepa algo en la cabeza; es de la humanidad y especialmente de l@s mexican@s. Hoy, obligado a tolerar una muchedumbre homosexual, recordé algo que descubrí hace dos o tres años: al menos en México, el mundo gay tiene la misma vocación de autosabotaje que la izquierda y ninguna relación; de la cadena iniciada con El Taller, por ejemplo, que llegó a ser emblema y tradición, ¿queda siquiera una huella, existe acaso El Taller? Su fundador -Luis González de Alba, que es un culero- se la dejó a sus empleados y éstos le rompieron la madre (como hizo Humberto Musacchio con la revista fundada por Granados Chapa). La Casita, otro ejemplo, es el paradigma de la suciedad y atrae gente sucia por dentro y por fuera o con muy bajo nivel de autoestima que, en ningún caso, conoce el respeto; esa cosa tuvo también una cadena de sucursales… en fin; abundan ejemplos de semejante índole, como para escribir un artículo al respecto y hasta un libro de antropología pura o pura depresión.

Al incomunicarme, Cablevisión favorece la violencia que enfrento, recurso de imposición para el capital en pocas manos, su acumulación privada, la tiranía de los bancos… El desgobierno de esta ciudad, además de proteger la embajada gringa, instaló estorbos como adornos en el espacio de las protestas. Los medios de comunicación al servicio del crimen organizado en el poder pactaron silencio y oscuridad sobre la guerra en México, y La Jornada se puso a la cabeza. Los dueños de la infraestructura para los conciertos que iniciaron en 2003, ahora son empresarios dispersos que atienden varias llamadas telefónicas al mismo tiempo y, si logran impedir con su indefinición la realización de un proyecto, reciben un bono de la CIA. Quienes hacen ofrecimientos adictivos o asumen demasiados compromisos y no los cumplen, ocasionan pérdidas impagables, pero alguien les paga. Los grupos musicales que, horas antes de un concierto, informan con precisión sus requerimientos, después de semanas perdidas en un vano intento por instrumentarlo, y los que, además de hacer eso, cancelan su participación el mero día, ¿obedecen a sus propios intereses? ¿Y quienes orquestan consensos de que un buen barco es mejor si naufraga y, luego de hacer todo para hundirlo o nada para evitarlo, saltan al grito de sálvese quien pueda, nosotros no fuimos? ¿Y quienes se presentan como "productores" y dicen financiar películas y fideicomisos y conciertos en el Zócalo defeño contra el genocidio como negocio y resultan defraudadores que lucran con la solidaridad y saboteadores infiltrados en el movimiento siciliano de mediatización nacional? ¡Por mi cuenta corre que pierdan hasta el más mínimo prestigio, si acaso tienen alguno, y la credibilidad que les quede y la confianza que inspiren y el respeto que no merecen!

Los genocidas y sus cómplices conscientes o inconscientes, directos o indirectos, se mimetizan como camaleones; los ejércitos de guerra visten uniformes con esa función, y la gente mala que parece buena es peor.

(Continuaré…)

[] Iván Rincón 11:05 PM

Junio 5 de 2011

Érase una vez

El ABC de la impunidad, a dos años del incendio

Érase un paraíso fabuloso para los pederastas, que hacían de las suyas con entera libertad y hasta con garantías y facilidades por parte de quienes debían prevenir los delitos o perseguirlos y castigarlos. En este gran reino de impunidad era posible secuestrar a los niños y las niñas que sus padres y madres entregaban en custodia, y hacer con ellos y ellas cuanto se les antojara a los custodios, desde torturas físicas y mentales como supuestos castigos hasta el asesinato para el tráfico de órganos humanos, pasando por el abuso para la pornografía infantil, pues no faltaba quien pagara por saciar el deseo de victimario con la muerte de su víctima.

Lugares denominados "albergues" eran cárceles en donde tenía lugar la destrucción de los reos con tratos crueles, inhumanos y degradantes, que degradaban también a los inhumanos seres en el poder de hacer negocio, deshaciendo infancia. Y el poder era uno solo, pues alrededor de tan lucrativas actividades que ofrecían el placer de pasar por encima y aplastar la inocencia, la fragilidad, la indefensión, había funcionarios públicos de los más diversos ámbitos: gobernantes desde arriba hasta abajo, policías, agencias ministeriales, juzgados y cortes; red criminal de complicidad como sistema, perverso en todos los sentidos y en la medida que involucraba inclusive a las familias de las vulnerables criaturas en su disposición vulnerada, sádica destrucción por una mafia indestructible. Y la red obviamente no tenía límites ni fronteras; traficaba con la muerte paulatina y sus productos más allá del paraíso pederástico: previo pago, la pornografía infantil circulaba en monstruosa cantidad y calidad también monstruosa por la vía electrónica, siempre a la vista de la policía cibernética, más ocupada en monitorear "actividades subversivas" de las redes sociales que en dar seguimiento a temas que no afectaran de modo alguno al poder y, por el contrario, lo fortalecieran. Los filtros de las aduanas tenían "fugas" que dejaban salir, entre otras "cosas", niños muertos en vida o sus restos congelados. Hasta por teléfono se hacían pedidos, acaso desde Libia, para "que la niña venga dispuesta a todo", y el pedido llegaba en avión o yate particular, cuya propiedad era el pago de traficantes con giros distintos, nunca distantes, a un político de reputación ganada por sus orgías y no por algún servicio público.

Las mafias religiosas llamadas "instituciones", generalmente asociadas con El Vaticano, tenían amplia y activa participación en la esclavitud sexual de seres convertidos en objetos desechables; lo mismo niños que mujeres solían servir para goce y disfrute de una clase podrida con dinero en abundancia, pero los "representantes de Dios en la tierra" optaban por los primeros cuando se trataba de terrenales deleites que hacían del infierno ajeno su propio cielo.

Aquí los más pequeños eran acribillados por soldados en retenes militares y nadie nunca jamás pisaba la cárcel a causa de semejante barbarie.

En este maravilloso reino de impunidad, había lugares llamados "guarderías" por guardar a niños y niñas como si fueran cosas en bodegas y condiciones de alto riesgo, hacinad@s como cerdos o gallinas sin ventilación suficiente y en penumbras, todo cuanto costara lo menos posible al dinero, así acabara un día con las vidas allí almacenadas y así fuera durante la más horrible de las tragedias, calcinando a las víctimas y agravando su muerte al máximo con las acciones y omisiones más imbéciles y abyectas, como si no fuera suficiente con las pérdidas humanas (lo menos importante para el poder en este caso) y un dolor insoportable para quienes lo sufrieran directamente y tan grande que desbordara sus cuerpos, lacerando al país y al mundo, causando una herida incurable a la humanidad y poniendo al descubierto, en evidencia, un sórdido mecanismo de privatización y tráfico de influencias eufemísticamente llamado "subrogación", además ilegal como el secuestro, la tortura, la trata de menores, el estupro, la pornografía infantil, el asesinato y la venta clandestina de órganos humanos.

En este fantástico país de libertad absoluta para el club de Herodes, en donde no existía justicia, sino un sistema gangsteril de abogados al servicio de genocidas y pederastas, valía más un par de nalgas VIP que la vida cegada violentamente por la negligencia criminal a 49 niños y niñas menores de cuatro años y la salud afectada para siempre a 75 más.

A dos años de aquella pesadilla, érase un país en el que no tenía cabida la felicidad infantil y, en consecuencia, ningún final feliz.

[] Iván Rincón 8:49 PM

Mayo 26 de 2011

Dictadura

La iniciativa de juicio penal internacional a Calderón y compañía es la única vía jurídica para poner fin a la impunidad en un país que no conoce justicia ni siquiera de papel; su pertinencia es tanta como la resistencia pacífica de la sociedad civil a la militarización de la vida pública y privada por la doctrina de seguridad nacional dictada en Washington a las dictaduras del Cono Sur durante los años setenta y ahora, cuatro décadas más tarde, al desgobierno espurio de su patio trasero. La guerra declarada contra el narcotráfico por el usurpador es en realidad un genocidio, un clima de terror, como parte del proyecto formalizado con la firma de la Iniciativa Mérida para justificar la intervención militar de Estados Unidos en México tras el desmantelamiento del Estado, la desestabilización social hasta el colapso del país bañado en su propia sangre y la declaración oficial del «Estado fallido». Esta desaparición de la soberanía nacional coincide, y su coincidencia no es casual, con la desaparición formal de los derechos humanos, individuales y colectivos, en los hechos, pues una reforma dictatorial pretende legalizar el régimen militar y policiaco, y llevar hasta sus últimas consecuencias el golpe de Estado, al instaurar el imperio de la violencia institucional para beneficio de los dueños del capital. Momentáneamente contenida, la militarización de la Ciudad de México vendrá de golpe, se desatará la jauría, una vez aprobado y entrado en vigor ese aberrante engendro legislativo del crimen organizado por el poder y en el poder. Ciudad Juárez dejará de ser laboratorio de barbarie generalizada cuando el estado de excepción sea la regla general en México, aunque nomás la escala tenga de nacional. La participación de "nuestras" fuerzas armadas en operaciones conjuntas del Comando Norte bajo el mando supremo del Pentágono serán algo tan cotidiano y normal como una base militar de Estados Unidos en Puebla, los vuelos de sus aviones espías en "nuestro" espacio aéreo, sus agentes armados en "nuestro" territorio, y experimentos clandestinos tan criminales como Rápido y Furioso, nombre que inspira también los operativos militares en localidades limítrofes con la Ciudad de México. Hechos de semejante índole tienen de humano un carajo y más bien atentan contra la humanidad o su concepto…

¿Alguien recuerda Chiapas, la militarización de sus regiones indígenas, la formación de las bandas paramilitares, los crímenes del ejército federal, todos impunes todavía, como el asesinato de los enfermos en el hospital de Ocosingo, no fuera zapatista alguno, o la masacre de todos los pasajeros de un microbús cuando al chofer le dio pánico en el retén militar y no quiso detenerse? ¿Por qué habría de recordar alguien aquel suceso durante un sexenio de acribillar niñ@s también en retenes militares, sin la máxima ni la más mínima excusa? ¿Recordará acaso 1994, 1995, 1997 o 2001, año de la traición a los Acuerdos de San Andrés, tan aburridamente recordados por Javier Sicilia?

Al terminar la primera movilización convocada por el poeta beato, comenté con Guillermo Briseño la idea de realizar un concierto en el Zócalo contra la militarización del Distrito Federal que inició este año. "¿La militarización?" -preguntó. "¡La militarización empezó con Fox!" -espetó sin agregar: ¡No mames! ¡No digas pendejadas! Antes le pedí a Vanessa Bauche ser conductora del mismo concierto y me contestó que los militares nomás obedecen órdenes… Cuando leo la influencia mediatizadora del lenguaje siciliano en las redes sociales me explico por qué una mafia que no vale nada puede y hace todo cuanto se le antoja en este país de pacotilla, donde la gente, por más que se caliente, no deja de ser tibia.

[] Iván Rincón 4:53 AM

Mayo 12 de 2011

Crítica de color al 8 de mayo

(Crónica posterior a la anterior)

Lo más rescatable de la marcha, por no decir que lo único, fue su atmósfera de creatividad colectiva y paradójico folclor que hace de la protesta popular una fiesta, el ingenio y la ingenuidad a veces, las máscaras y los disfraces, los féretros de cartón y las tizas en el suelo... El campamento del SME, que ocupa la plancha del Zócalo, cedió su espacio a la manifestación siciliana, quizá porque no había de otra, pero lo hizo con tolerancia de buen grado, a pesar de que le hicieron el feo la vez pasada: le pidieron bajar sus banderas y que no se "montara" en el acto poético-político.

Falta mucho por decir en la Crónica de una decepción anunciada para ser una mirada realmente vívida: la repartición del agua, las tortas y las naranjas, su descoordinación con la seguridad; uno que otro pendejo fumando entre la multitud expectante o el protagonismo de seres infinitesimales que no dejaban de hablar mientras los demás escuchábamos a l@s "orador@s". Eso contamina más que un lenguaje soez, como el que molesta sensiblemente a las exquisitas meretrices del poder criminal, como la señora de Wallace, adheridas a la iniciativa del poeta cristiano para estar bien con Dios y con el diablo. Si Atenco y el SME "desvirtúan" este sublime llamado al silencio, también el EZLN ha de ser "desvirtuoso", como la gente que huele a sudor porque trabaja y tiene callos en las manos porque las usa y grita su dolor porque tiene dignidad. Para vulgaridades, la horripilante imagen bordada en la bandera nacional, en hiriente y ofensiva sustitución del símbolo patrio. También la virgen morena es un símbolo patrio, me dirán, pero hasta l@s aturdid@s por la religión, que votaron por Fox, expresaron después indignación por la mutilación del águila y la serpiente, y la desaparición del nopal…

Falta describir el coraje de fiesta y manifiesto, contrastante con la tibieza y moderación a la cabeza del pretendido movimiento (efímero, para bien de México) y la tarima con celebridades que daban chance a l@s deud@s mientras hablaban por teléfono celular y se dejaban ver por el populacho, haciéndonos un favor, y algun@s deud@s agradecían fervorosamente al señor Sicilia por haberles dado esa gran oportunidad, cuando es el poder y su barbarie genocida en todo caso a quien deben agradecer el momento estelar.

La diversidad, pluralidad y amplitud enriquece al mundo, pero es imposible de asimilar por la intolerancia fundamentalista. La espiritualidad amalgamada con los jodidos, "según dicen que era la ética cristiana original" y según el comentario que alguien hizo en privado sobre la Crónica de una decepción anunciada, es lección de los jodidos a los santones, que se creen favorecedores, en vez de saberse favorecidos. No es ningún movimiento germinal, como creen los optimistas, ni pone al descubierto la obscenidad de toda la "clase política" (no menos obscena que la exhibición religiosa para una congregación laica); eso es algo que hacemos desde hace por lo menos 25 años, aunque los teleinvidentes lo vean hasta hoy. Nos echamos a andar desde entonces o quizá desde que nacimos (yo cumpliré 46 años en junio y desde antes de nacer estoy desclasado). La solidaridad con el dolor y la empatía por la tragedia no es nada nuevo y, si alguien apenas lo descubre, hay que agradecérselo entonces a la escoria que representa el chacal, esa que la comparsa legitima con sus atentas peticiones.

Respeto el arte de las caras pintadas, mantas y cartulinas que debrayan, pero desprecio las mantas caras que imponen la visión de gente bonita, como si no tuviéramos demasiado con la caja idiota o la abstracción de su miseria humana en avasallante abundancia. Por lo visto, depende nada más del dinero que tenga una familia, la posibilidad de que una muerte de sea públicamente conocida: si no existe justicia para l@s viv@s, ¿por qué habría de haberla para l@s muert@s?

Las misas y otros actos que oficiaba Samuel Ruiz, ocasionalmente acompañado por similares brasileños o franceses en representación de algo denominado teología de la liberación y opción por los pobres, hasta para un ateo irreductible como yo eran más emotivos que la desangelada intentona de mantenernos en silencio, el despropósito de exigirnos recato, como si fuéramos una masa de borregos en busca de pastor, "para que podamos escucharnos" (acá arriba, sin interlocución con los de abajo) y "conservar el espíritu" que, según la iglesia más conservadora, escapa con la risa. El mensaje política y moralmente correcto, con su lenguaje arcaico y dizque poético, unidireccional y monologante, a pesar del maratón de intervenciones verbales, tiene la misma intencionalidad que la televisión, el medio de incomunicación alienante por excelencia, y l@s deud@s se prestaron inconscientemente al mesianismo, protagonismo vedette que aprovecha la muerte de sus hij@s como afortunada oportunidad. ¿Eso es horizontalidad? ¿Cuál ánimo incluyente? Síganme l@s buen@s, pero calladit@s. Que las mayorías se sumen a las minorías. La única diferencia con los partidos políticos, por cierto, reprobados y descalificados todos por corruptos, financiados por el crimen organizado, es que las mayorías no se pierden en la contabilidad electoral, sino en la suma de mutismos y soledades, la muchedumbre que acaso es tomada en cuanta por los instrumentos del poder llamados medios masivos de comunicación para que la improbable renuncia del hampón García Lana sea noticia vendible, cuando algunos tenemos cuatro años exigiendo la renuncia de FeCalNerón de la Parca Narcofosa, y ahora es un clamor nacional esta exigencia, pero el enérgico poeta la sabotea con su esperanza de ser escuchado por el "señor Presidente".

[] Iván Rincón 29:64 FM

 

Ahora es el turno de una crítica inclemente al pretendido Pacto Nacional, no sin antes hacer añicos el discurso de Sicilia y las alabanzas de los timoratos que, al parecer, consideran indiscutible cuanto venga de Cuernavaca, dogma de autoridad o mandato de fé cristiana. Cuando la comandancia zapatista empiece a perder bonos entre la yupiza huera de la comparsa unameña, especialmente la de Filosofía y Letras, que se mude a la «ciudad de la eterna primavera», extensión chilanga de mutantes con dinero, nostálgicamente adictos a la contaminación.

[] Iván Rincón 29:64 FM

Mayo 8 de 2011

Crónica de una decepción anunciada

«Olvidamos que somos de sangre guerrera», decía una cartulina en la esquina con Cerrada 5 de Mayo. No habría leído el mensaje de letras blancas sobre fondo negro, ni el nombre simbólicamente coincidente de la calle, si tampoco hubiera sido una muchacha morena de vestido morado y desteñido, cabello teñido con rallos morados, medias moradas y agujereadas, que tocaba el violín y, al parecer, lo hacía para mí. Primero observé que su cachondería callejera estaba sola y, por un momento, me sentí bien de espaldas al río de gente que marchaba rumbo al Zócalo. Cuando me dispuse a reincorporarme, ella elevó el tono musical hasta la catarsis, como de improviso: ¡Estoy hablando contigo! Logró detenerme y que volviera la mirada para confirmar que demandaba mi atención con artística discreción; entonces observé la cartulina, luego el nombre de la calle cerrada, y pensé que alguien había tenido una sutileza genial: 5 de mayo es la fecha en que partió de Cuernavaca la Marcha por la Justicia y la Paz y seguramente lo es por tratarse de una efeméride: la batalla de Puebla en 1862, cuando un ejército mexicano derrotó al ejército francés que nos invadía. Con la salvedad, mi comandante, de que la movilización encabezada por Javier Sicilia no dice una palabra y ni siquiera una letra sobre la militarización de la Ciudad de México, a pesar de ser otra invasión, y mucho menos acerca de la invasión gringa, que también es militar, como la francesa. El poeta y sus huestes, así como confunden universidad con universo, reducen la barbarie nacional a Ciudad Juárez y llevan de regreso la atención del público televidente hacia la capital internacional del femicidio impune, cuando el imperio de la violencia ya no se conforma con la destrucción sistemática de mujeres y ambiciona la destrucción sistémica de la humanidad, cuando todo apunta y estamos a punto de tener una Ciudad Juárez gigantesca en la capital del país.

«Olvidamos que somos de sangre guerrera», escribió quizá la muchacha que interpretaba un duelo de violín por la sangre del pueblo derramada en vano, al paso del gentío en general indiferente al mensaje, ahora que un ejército mexicano también está en las calles y, en vez de repeler la invasión de otro país, perpetra una cobarde masacre de gente inocente, indefensa, inerme y de su propio pueblo, al que renunció y traicionó, al amparo de la impunidad absoluta por absolución a priori… De regreso ante la mujer que tenía por lo mucho la mitad de mi edad y por lo menos cinco centímetros más de estatura, observé que, sentados al fondo, unos cuantos policías azules comían tortas y que todos los comercios en el interior estaban cerrados: contrastante soledad callejonera en domingo de ajetreo multitudinario; la escena me pareció de Terry Gilliam. Los más sensibles al soliloquio violinístico de París en el exilio y belleza femenina de clase media y medio intelectual, arrojaban monedas al sombrero en el piso y seguían su marcha, que retomé yo también sin pensar en otra coincidencia: «No me horrorizan los actos de la gente mala, sino la indiferencia de la gente buena», decía una manta cara en la esquina del Eje Central y contraesquina de Bellas Artes. No existe "indiferencia de la gente buena", reflexionó mi otro yo, sino complicidad con la maldad o cobardía peor que "la gente mala". Por la vergüenza de no invitar a comer o tomar café a la muchacha de morado, tampoco saqué morralla de mi bolsa vacía para dejarla caer en el sombrero, morado también, por cierto.

Desde que percibí el principio de la militarización en Ciudad Colapso he perdido peso y estatura; los músculos desaparecen y creo que hasta los huesos enflacan… De ahí que prefiriera llegar al Zócalo, pero mi distracción equivalió nada más a 70 intervenciones públicas. ¡Eso es maratón y no vaciladas! Al llegar, pregunté ingenuamente si era el primer orador, pero una vendedora de raspados gritaba con fervor desquiciado, impidiendo que yo escuchara la respuesta y la intervención, hasta que se lo dije. "No me pagan por estar callada", comentó con otra de su índole. "Tampoco por gritar", le dije. Y entonces tres mujeres lanzaron al unísono un griterío solidario, más bien de soberbia identitaria, que me recordó inevitablemente a la "comisión cultural" para el recibimiento de ayer en la UNAM, quizá porque tengo "problemas de personalidad", y no era el primer desencuentro del día. Cuando la marcha pasó por Bellas Artes caminé con ella hasta donde una mesa reducía el espacio para doblar la esquina; se lo dije a la gente que repartía el agua y las tortas, pero me contestó que ya no podía moverse. Dos conocidos míos descoordinaban la seguridad con la repartición hasta que una valla de la policía se interpuso entre la mesa y la marcha; cuando tuve cerca al jefe que, animado por el ambiente, organizó el despropósito, le dije que estorbaba. "Estamos haciendo nuestro trabajo", espetó. "Lo están haciendo mal", espeté. Y el tipo respondió con un olímpico ninguneo, pero a los diez minutos retiró la valla policiaca.

Una vez aproximado hasta donde pude, habían intervenido casi ochenta personas, en su mayoría mujeres, y el público llamaba la atención de los conductores para que a su vez llamaran a un paramédico; gritos y señales con las manos eran insuficientes. "Les pedimos silencio para que podamos escucharnos", dijo el conductor en turno. "Se trata de que tú nos escuches, pinche sordo", rezongó mi otro yo. Al rato, otro llamado urgente al auxilio médico y la atención de los conductores, que terminaron entendiendo la situación sin mayores trastornos. Era de prever que, al cabo de extensas caminatas bajo el sol, hubiera desmayos… El último orador antes de la lectura del documento Pacto Nacional sería un representante de los migrantes, pero una mujer más logró que la tomaran en cuenta, y el orador anunciado como el último quedó fuera.

Del documento Pacto Nacional resuenan tantos dichos como para dedicar al menos un texto por entero a su revisión, así que mencionaré aquí lo mínimo posible: se dice que actualmente unos 500 militares ocupan cargos en áreas de seguridad pública, y yo me pregunto de qué manga sacaron ese ridículo dato. ¿Cuántos militares integran la Policía Federal Preventiva, por ejemplo? Se me hace que son más de 500, ¿o escuché mal y el documento habla de cargos directivos, o de los militares nombrados por el espuriato? Creo que no, pero aun así, el dato se queda corto en ambos casos. Bromas aparte, entre sus propuestas específicas están las "acciones colectivas" (sic) y las "iniciativas legislativas" (resic). Podría tratarse de comprensibles errores en la lectura, pero no lo son en casos de incontables planteamientos que atribuyen a López Obrador sus seguidores, cuando el candidato no hace más que sistematizar en su programa el de la izquierda política y social de una década antes, omitiendo en el discurso lo que ha revelado WikiLeaks: la participación militar en labores de seguridad pública, o sea, el fascismo del usurpador, pero con la pretendida legitimidad de las urnas. El llamado Pacto Nacional concluye con la intencionalidad simbólica de nombrar a las víctimas del genocidio sexenal, pero aporta unos cuantos nombres sin decir al final: Y muchos más. Y los que faltan, o algo por el estilo para que la omisión no ofenda la memoria de las víctimas. En todo momento, el documento y las intervenciones, incluido el discurso de Sicilia, dan por ciertas las cifras oficiales, credulidad imperdonable, al menos para mí…

Al nombrar a las víctimas, el público levantó un puño y cundió el coro: ¡Presente! Al que sustituyó: "No debió morir", como un ora pro nobis laico, pero el poeta católico y su comparsa no saben de ninguna laicidad; son fundamentalistas… Los conductores intentaron acallar el coro, como lo había hecho con lamentable éxito el compañero más cercano en edad y otros aspectos a Sicilia cuando una de las propuestas aisladas, como la de retirar el fuero a diputados y senadores para juzgarlos por sus posibles vínculos con el crimen organizado, alteraron los ánimos de un público ávido, por no decir urgido, ancestralmente de justicia, pero sin más articulación de ideas que el engañoso discurso de López Obrador. Por eso, en apariencia inexplicable, el grito de ¡fuera Calderón! creció hasta ser un clamor unánime… casi unánime, pues quizás dos de cada diez gritaban que ¡muera Calderón! Hasta que el pastor pidió recato al rebaño. Dos ancianos repulsivamente blancos sostenían al frente del templete una bandera que, en vez del símbolo nacional, tenía bordada una virgen de Guadalupe; uno de los ancianos era Sicilia, que además llevaba una sobrecarga de crucifijos y escapularios en el pecho. Y tan ofensiva como esa imposición de imágenes religiosas a la mirada pública, tradicionalmente laica por elemental respeto hasta que llegó el PAN a la Presidencia de la República, resultó una manta cara, una más (la más cara sí, la máscara no), con dos caras bonitas y hueras de jóvenes con sonrisas promisorias. "Lo malo de que asesinen a los ricos es que los pobres tenemos que verlos a huevo", pensó mi otro yo, el de la sensibilidad intolerante. Lo bueno es que, junto a los juniors, estaba Marisela Escobedo en una imagen modesta, pero suficiente para evadir la opulencia del vacío.

Lo más paradójico, más todavía que la similitud entre el masivo fenómeno de López Obrador, el de Sicilia y el de la marcha contra el secuestro (a la iniciativa de Sicilia se unieron a última hora dos enemigos del peje: El Yunque y el EZLN), fue un símbolo final: que las campanas de catedral impidieran a David Huerta ser escuchado; el sabotaje del sórdido personaje que detenta el poder fáctico de la iglesia católica desde allí, nos hizo un favor, pues no teníamos por qué ni para qué escuchar al representante del protagonismo vedette, único declamador que no es deudo y se presentó dos veces.

Por lo demás, hay que reconocer la fuerza física de Sicilia; con esa fuerza que nadie suele tener a su edad compensa la que falta en su discurso, política y moralmente correcto. Luego del extraordinario esfuerzo invertido en su viacrucis, el ruco puede ostentar ese lujo, al asumir actitudes corporales propias de un líder carismático, entre juveniles y retadoras, por impulso encarrerado y teatralidad entrada en calor, que también pierde impacto con el sello católico: todas las religiones son lastres, pero la católica es el mayor de todos. Este señor pretendía celebrar misa en el Zócalo (no es broma), pero algún consenso laico lo hizo desistir, así que se desquitó con los colgajos en abundancia y la virgen en sustitución de un lábaro patrio, aberración que podía esperarse de Fox y ni siquiera en su momento sucedió. También hay que reconocer que el discurso de esta ocasión es muy superior al anterior en todos los sentidos, quizá por alguna dosis de radicalización, por más tiempo de trabajo cerebral, por mayor asesoramiento, aunque no deja de molestar que no se atreve a decir el nombre de García Luna y le pide su renuncia al "señor presidente" en vez de exigirle que renuncie también…

Afortunadamente, pasó el trago amargo; es hora de que la comparsa unameña siciliana con casas en Cuernavaca, espacios en Proceso y La Jornada, púlpito virtual y todo eso, descanse un rato y descansemos de su liderazgo protagónico-mesiánico, al cabo el llamado Pacto Nacional incluye una convocatoria a la constitución de un frente amplio y plural, como propusimos aquí. Ojalá dicha convocatoria hubiera tenido un origen muy otro, pero ya que está hecha, que el frente sea representativo del pueblo de México y no de iniciativas minoritarias ni líderes de ocasión, así sean deudos y estén en duelo y caminen mucho; el pueblo es la gran víctima de la barbarie capitalista, es el actor mayoritario en su turno estelar.

"Olvidamos que somos de sangre guerrera", pero llegó el momento de recordarlo, saber si es gloria pretérita o presente. ¡Presente!

[] Iván Rincón 26:62 FM